miércoles, 11 de agosto de 2010

Día 3 de agosto – Igoumenitsa – Olimpia – 706 km

Diosssssss, no tengo palabras para describir este día!!!!

A las cuatro de la mañana, harto ya de descansar sin descansar, decido levantarme. Llegamos a CORFÚ, isla en la que se baja parte del pasaje. Levantarse a esa hora tiene algo grande, veo amanecer en el barco, con la costa griega al fondo, me parece bestial, mágico. El trayecto final se hace entre la costa y CORFÚ, puedes ver ambas costas a los lados y el sol asomando por el lado de la costa griega. La luz rojiza se refleja en el mar calmo, que grande, me hincho a hacer fotos.






Por fin llegamos, en la Q3 he tenido un pequeño despiste y salgo retrasado, pero a la hora de la verdad me cuelo y vuelvo a hacer la “pole”. Me sigue de cerca una Susi GS 500 con una parejita de italianos. La salida del puerto tiene trampa, si te despistas te ves metido de lleno en la autopista ya sin solución, yo quería evitar la autopista y anduve listo, me metí hacia Igoumenitsa pueblo, que era la dirección buena. Me sorprende el pueblo, es un pueblo agradable, pequeño, totalmente volcado hacia el puerto. Son las 6:30, al menos en mi reloj y el pueblo está lleno de vida, las terrazas abiertas y la gente tranquilamente tomando café, ¿están locos estos tíos? Caigo en que debe haber alguna diferencia horaria, pero aún así es muy pronto para tanta actividad. Aún ahora mientras escribo esto no sé que diferencia hay.

Cojo la carretera de montaña hacia Ioannina. La carretera empieza a ascender, no hay nadie, absolutamente vacía, la temperatura es de 20 grados, diossssss, esto me gusta. Voy flipado, no me esperaba esto, después del tráfico italiano no esperaba una carretera de curvas sin tráfico y con airecito fresco. Os juro que iba en la gloria, disfrutando como no lo había hecho hasta ahora, La carretera era motera motera, curvas y más curvas ascendiendo y dejando al lado las espectaculares vistas del valle. A ratos me caliento y le doy al gas, tumbo, acelero, freno, diossssss, si estoy montando en moto, no solo transportándome!!!!!! Como me gusta. Cuidadín con el asfalto, es de lo que tienen pinta de agarrar poco, pero que agarran menos aún. Me patina en un par de curvas, patinazos nobles, como siempre los da esta moto. Si vas buscando la “pole” con ese asfalto ándate con ojo.




Llegando a Ioannina me duermo literalmente, no sé que me ha pasado, empiezo bostezando a saco y termino teniendo microsueños de esos en los que durante un brevísimo espacio de tiempo la moto ha ido sin piloto. Decido parar, seguro que es el efecto de la noche que he pasado en el ferry. Es curioso porque no me volvería a pasar en todo el día.

Paro en una terraza muy pija y me atiende la hija, nieta o tataranieta de alguna diosa griega, por dios bendito que mujer, que cara y que pedazo de sonrisa. En Italia, me han parecido muy secos, antipáticos y casi maleducados al atenderte. Esa sonrisa me pilla desprevenido, no lo esperaba, empiezan bien los griegos estos. Tratamos de entendernos y me doy cuenta de que ni ella me entiende a mí ni yo la entiendo a ella, complicado el griego este. Entre el maremagum de palabras incomprensibles, de repente ella dice una palabra que entiendo, “nescafé”, y le digo “siiiiiiiiiiiiiiii, eso”, sonríe y dice frappe, “pos vale”. Me trae una especie de batido de café helado y un vaso de agua, luego leí en la guía que eso es muy típico aquí, en adelante ya lo sé. El café hizo el efecto buscado y por fin me despertó. Marché, lamentando no poderme llevar esa pedazo de sonrisa en la moto para los momentos chungos.

Salgo dirección Metsovo, espectacular! Subiendo por la carretera ves que Ionnina está a la orilla de un enorme lago precioso, de cuento. En el medio una pequeña isla a la que la gente suele acudir en un barquito para cenar o tomar algo. Cachissss, no me da tiempo, lo dejo para otra vez….





La carretera a Metsovo me tiene flipado, es increíble, una sucesión de curvas y paisaje que no me esperaba para nada tan pronto. Y además, algo que sería constante todo el día, no hay nada de tráfico en Grecia, la gente no se mueve, las carreteras están vacías, no hay coches, no hay camiones, ni turismo siquiera. Para mí de coña, pero para ellos es muy mala señal. Históricamente las líneas de ferrocarril, el transporte y las comunicaciones han sido el motor de la prosperidad económica Si no hay transporte las mercancías no se mueven, no hay comercio y no hay dinerito moviéndose de un lado para otro. Imagino que estas carreteras vacías son una clara señal de cómo está el país, claro que la gasolina a 1,55 €/l no incentiva a moverse mucho.


A todo esto estoy encantado con la temperatura, que oscila entre 18 y 21 grados.

Paso Metsovo, precioso pueblo montañero que parece ser un centro turístico de invierno por el sky.Paso el “KATARA PASS”, otra increíble sucesión de curvas y paisajes. La sensación es de soledad absoluta, de paz. Es una soledad agradable, tranquilizadora, me está molando Grecia.


Voy camino de uno de los puntos más esperados, Meteora.


Meteora es magia, es un lugar fantástico. Es un conjunto de increíbles peñascos de caprichosas formas y huecos que se formaron debajo del mar hace millones de años y que ahora lucen majestuosos. Son paredes verticales de piedra, sobre cuyas cimas han construido imposibles monasterios. Lo primero que se te viene a la cabeza al verlos es cómo coño han podido hacer eso ahí y luego, cómo hacen para subir y bajar. Ahora han hecho escaleras que ascienden en vertical, pero antiguamente no las había, solo un rudimentario sistema de poleas por las que subían y bajaban material y personas.






En algunos hay una especie de telesilla que lo flipas, una especie de caja de madera o metal donde te sentabas y te llevaban colgando de unas cuerdas con el vacío debajo. Eso confirma que estos tíos no estaban muy preocupados por los riesgos laborales, a saber la de accidentes mortales de trabajo que han tenido. Les coge ahora una inspección y les cruje.
Aquí se aprecia el rudimentario telesilla




Impresionado aún, a la bajada me tomo una cerveza en una terraza desde la que contemplaba una de esas inmensas moles de piedra. Dios, que bueno!

Sigo, que hoy tengo camino. Paso por Trikala, me gusta, mucho bullicio, un centro lleno de terrazas rebosantes de gente, mola Grecia.


Te suena, Mc Baumann?
Desde allí continuo y paso la parte más monótona del día hasta llegar a Lamia, cerca ya de Delphos. Las temperaturas han subido, ya he visto los 37 grados en el termómetro y tengo calor. Veo el desvío a las Termopilas y decido no ir, en todo caso a la subida, que pasaré cerca.




En un semáforo cualquiera se para un coche con dos pimpollos a mi lado. Uno empieza a alabar mi moto con gestos elocuentes (tienen buen gusto los griegos) y me dice “italiano?” le digo que no, español y el tío cambia la expresión, se pone eufórico, “español, español, Perez, Florentino, Real Madrid” Yo estaba despollado. Al menos el consuelo es que identifican España con un tío sensato, imaginad que lo identifican con el payaso descerebrado de Laporta…

El puerto de Dephos me vuelve a alegrar y a hacer subir la adrenalina, curvas, subidas, olivos, me divierto, estoy pilotando, eso mola. Trato de no calentarme en exceso, que estoy muy lejos de casa y sin compañía, no quiero sustos.
Esta curiosa curva ya la había visto antes, en la crónica de Mc.
Me gusta mi moto, me gusta mucho (me apetecía decirlo).



Llego a Delphos, tardo en encontrar la entrada a las ruinas, pero como soy aplicado, la encuentro. Son las 15:30 y tenemos 37 grados, podría haber escogido un momento mejor para ver Delphos, pero es el que hay. Mi padre estaría orgullos de su chico. Siempre dice que soy un garrulo y no le falta razón, pero en esta ocasión, con 37 grados y vestido de romano, romano del siglo XXI con casco incluido, visité las ruinas. Y no solo las visité sino que las disfruté y mucho. Solo imaginar lo que significo aquello una vez en la historia, se pone la piel de gallina. El sitio es espectacular, entre dos inmensas rocas todo orientado a un valle precioso. El teatro, en el que cuesta imaginar 7.000 personas, el templo de Apolo, el estadio, si si Papá, subí hasta el estadio, para que veas.






Bajé, con la camiseta absolutamente empapado, totalmente derrengado, hecho una piltrafa humana, pero bajé contento, que cosas oye.

Paré en el pueblo a tomarme una cerveza, o dos. Había perdido mucho líquido y mi vida corría serio peligro. El camarero me preguntó que de dónde venía, cuando le dije que de España en moto, no acababa de creérselo.
Campo de olivos a la bajada de Delphos
Y aún me quedaba lo mejor….

Bajo hasta Itea y comienzo el recorrido por una de las carreteras más bonitas que recuerdo, la carretera de la cosa norte del Golfo de Corinto, hasta el puente de PATRA.

Es sencillamente espectacular, vas rodando, curva tras curva, con el mar del corinto a tu izquierda. Puedes fácilmente ver ambas caras del mar, la norte y la sur. La carretera está sembrada de unos pueblecitos idílicos que hacen de orilla a un mar absolutamente calmo. En cada pueblo, de pocas casas, se ve una orilla de playa de piedras con una terraza o dos de algún bar.





Voy pasando pueblo tras pueblo, embobado, absorto, hasta que no puedo más, tengo que bajar a uno de esos pueblos, sé que voy mal de tiempo, este viaje es lo que tiene, pero es un pecado no detenerse.






Cojo uno al azar y bajo, llego a una playa pequeña, con poca gente, muy poca, una terraza de un bar en el que me siento, encima de las piedras de la playa. Un camarero simpático y sonriente me atiende con amabilidad y me trae una cerveza. Creo que será la mejor cerveza de todo el viaje, seguro, lo afirmo ya. La paz y tranquilidad que se respiraba allí era indescriptible, bestial. El agua totalmente cristalina, transparente, el mar como una balsa de aceite, la tranquilidad de la gente. Para quedarse allí a vivir. Llegúe a pensar, “a tomar por culo, busco una habitación y me quedo aquí”, pero continué….

Cruzo el majestuoso y magnífico puente de PATRA, que une el Peloponeso con la Grecia Central.


Desde allí paso por la carretera más fea y aburrida del viaje, la que me lleva hasta Olimpia. No hay nada que ver, solo pasar los kilómetros lo más rápido que puedas. Llegando a Olimpia aprecio que mi pantalla se ha vuelto opaca. He asesinado a todos los insectos de Grecia en la parte de Peloponeso, a cascazo limpio. Como no veo nada abro la pantalla y sigo asesinando insectos, esta vez a ojazo limpio, lo cual me resulta ciertamente molesto. Al llegar a Olimpia tengo los ojos coloraos.



Olimpia, tranquilidad absoluta. Llego, hotel en el centro, limpio, moderno y barato, la mitad de los italianos. Como me gusta Grecia.

Ceno en una taberna del centro, cerveza local y una musaka riquísima.

Mañana más…

3 comentarios:

  1. Preciosa cronica y precioso viaje!!

    A ver si pronto puedo hacerme uno de estos!!!

    Un abrazo

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  2. Que bonito viaje muchacho que envidia

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  3. Que gran cronica! Que sepas que voy tomando notas de tu viaje, y a cambio ya me tomare una de esas cervezas a tu salud cuando circule por alli.

    Espero que continues la cronica.

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