martes, 10 de agosto de 2010

Día 4 de agosto – Olimpia – Atenas 330 km

Esto ya no es una crónica de viaje, es un diario personal, vaya tela, la madre que me parió…


Esto no viene mucho a cuento, pero me apetece ponerlo aquí. Ayer Julio me hizo un comentario pelusón sobre mi referencia a Futre y no a ellos y me hizo pensar mucho. Tiene toda la razón. Lo primero agradecerle que me lea y me anime a escribir, sé que lo hace sinceramente y uno agradece que después del esfuerzo de escribir alguien te lea con verdadero interés. Fernando también, incluso me ha prestado su página para colgarlo, pero soy muy vaguete yo para eso y os juro que en este viaje me falta el tiempo, casi hasta el aire. De todas formas, lo intentaré.

Referente a los compañeros de viaje, con Futre me es fácil viajar, porque además de ser una excelente persona, un pedazo de pan, es igual que yo. Tiene mis mismas ocurrencias, le apetecen las mismas cosas y tenemos el mismo ritmo de viaje. Gran amigo y compañero, por muchos años, los que él quiera.

Con Fernando (Lagartija), Julio y Emilio (el abuelo), descubrí los viajes en moto. Hasta a Petudos le incluyo, mira tú. Con ellos hice mis primeras bajadas trail a Marruecos, auténticas aventuras para mí en aquel entonces. Éramos absolutamente inexpertos y creo que muchas veces, absolutamente inconscientes. Viajábamos por sitios imposibles con motos imposibles, pesadas e inmanejables para las zonas por las que transitábamos. Con ellos viví mis primeras emociones moteras con una intensidad antes desconocida para mí. Son todos ellos tremendamente distintos a mí y tremendamente distintos entre ellos, pero algo muy fuerte nos unía, las ganas de vivir la moto y la sensación de viajar, de ser de alguna manera pequeños nómadas. Hubo otra gente, pero desaparecieron pronto, como yo desaparecí para ellos. Nuestras diferencias fueron mayores que nuestros puntos comunes. Julio, Lagartija y Emilio no, ahí continúan y continuarán. Me he sentido muy unido a ellos. He levantado sus motos de la arena cuando ya no me quedaba ni un soplo de fuerza en el cuerpo y ellos han levantado la mía en iguales circunstancias. Cuando en esas situaciones jodidas ves que alguien que no puede ni con su alma, saca fuerzas para ayudarte, hay algo que te une a él, una sensación de compañerismo auténtico que te hace verle de forma especial.

Hace un par de años planeamos juntos un viaje increíble, Mauritania , Malí y Senegal. En la víspera de partir lo tuvimos que anular por la situación con Al-Qaeda. Después de un año de ilusión, aquello generó una tremenda frustración en todos nosotros. No supimos gestionar la situación, pudo con nosotros. Se abrió una incómoda incomunicación entre nosotros. Desde entonces, seguimos y seguiremos siendo amigos, pero cada uno planea sus viajes por separado. Ahora, a la hora de viajar, vemos más nuestras diferencias que nuestros puntos comunes. Antes era al revés. Ojala algún día encontremos de nuevo esos puntos comunes y seamos capaces de planear juntos un gran viaje, me encantaría.

Y dicho esto, que como he señalado no venía a cuento, o si, empezamos con el día de hoy.

Suena el despertador a las 8.00, por fin me he dado cuenta que aquí es una hora más, pero yo sigo funcionando con mi hora española. Ducha, desayuno rápido y a ver la primera Villa Olímpica, donde comenzaron los Juegos Olímpicos hace algo así como unos 3.000 años, casi nada…

Imagino que no está pegada a la ciudad, así que me visto de motero dispuesto a acercarme en moto para verla. Al verme el del hotel, me dice que tururú, que está ahí al ladito, a 5 minutos andando. Con la típica amabilidad griega me da un plano, me indica y se ofrece a quedarse con mi equipaje, que majete….pero yo ya voy vestido de romano y no me voy a cambiar (mira que me arrepentí luego….)

Olimpia me ha gustado, esperaba una ciudad grande y caótica y es un pueblecito pequeño con una calle central peatonal, cuatro hoteles y nada más. Se respira calma y tranquilidad.

Me acerco a la Villa y bajo pensando comprar la entrada allí mismo. Hace ya un calor de mil demonios, voy andando y sudando como un pollo En la entrada me dice una griega, también con su típica sonrisa, que tururú, que la entrada se compra arriba, ale, otra vez para arriba a pleno sol.

Estos griegos mira que son majetes, nada más entrar en la Villa tienen unas fuentes con agua fresca que te dan la vida.
Vista del estadio olímpico






Estas son las termas para los atletas


Arco de entrada al Estadio

Detalle del arco de entrada



La visita me parece espectacular, es para echar un rato guía en mano leyendo la función de cada uno de los edificios que allí estaban A mi me sorprendió, garrulo de mí, esperaba un recinto mucho más pequeño y es toda una extensión de terreno que albergaba una Villa Olímpica de muy señor nuestro, no les faltaba detalle, termas, campos para que los competidores se entrenaran o se relajaran, templos y el estadio. La entrada al estadio es la caña, se entra por un arco abovedado, del que ahora solo queda la primera fila, pero que imagino que en la época estaba totalmente cerrado. Entras y accedes directamente a la explanada que era el mismo estadio, grandísima, o al menos así me lo pareció. Rodeando esta explanada están unas pendientes de hierba donde antiguamente estaban las tribunas de los espectadores, Es acojonante imaginar como tenía que ser eso en aquella época lleno de gente.

Y es acojonante imaginar la importancia que daban ya entonces los griegos al deporte y a la competición, para haber construido semejantes instalaciones. Ya podían tomar nota muchos de los alcaldes españoles de la era moderna.



Embobado estaba yo en estas historietas, cuando me doy cuenta de que estoy literalmente empapado en sudor y derretido por el calor y son las 9 de la mañana! Bueno, si ayer sobreviví a Delphos, yo creo que hoy salgo vivo de esta.

El museo no lo vi, más que nada por mi padre, si llego a entrar en el museo, mi padre habría pensado que yo no era su hijo o que me habían lobotomizado.

Salí de allí tan empapado como si hubiese corrido un Maratón terminando entre el griterío atronador de los espectadores de estadio. Menos mal que estaban a la salida de nuevo esas fuentes, que otra vez me volvieron a dar la vida.

Me vuelvo al hotel, cargo el equipaje y arranco la moto. Son las 10 más o menos, a lo tonto y a lo bobo he echado un buen rato viendo la Villa. Voy hacia Corinto, con intención de llegar hoy a Atenas, atravesando el Peloponeso por la carretera interior, la de las montañas. Ayer la que me trajo aquí era una castaña, mi imagen del Peloponeso no era muy buena que digamos.
En España no hemos sacado el debido partido a las Vespas!

Empieza la carretera como la de ayer, ancha, dos carriles, sosa, aburrida. De repente, yendo a 130 km/h, veo un prohibido y la carretera cortada en seco que se desvía a la izquierda. Empieza a subir y ya cambia la cosa, la carretera se estrecha a lo bestia, desaparece la línea que divide los dos carriles y empieza a subir curva tras curva sobre un asfalto malo y bacheado. Esto va a molar, jejejeje

Y efectivamente, brutal. Auténtica carretera de montaña que atraviesa bosques, montañas y valles absolutamente verdes. Los bosques del Peloponeso tiene algo especial, yo creo que son los cipreses, mira tú. Los bosques son una combinación desordenada de pinos, olivos, cipreses y un par de árboles más que no tengo ni idea de cómo se llaman (ya sabéis que soy un garrulo). Pensaba yo, que si estuviera ahí mi tía Gema, que de plantitas sabe un rato, le preguntaría que árboles eran, pero como no la tengo a mano, nos quedamos sin saberlo, que tampoco pasa nada.






Lo que decía es que los cipreses dan un aire especial al bosque, ya que se elevan sobre el resto de los árboles apuntando directamente al cielo. Ayer vi una imagen al bajar de Dephos que me olvidé de comentar. Bajas y ves una inmensa llanura de olivos entre los que se alzaban, de forma caprichosa y desordenada, multitud de cipreses de mucha mayor altura que los olivos y con un verde mucho más fuerte. Merece la pena ver la foto, que la tengo, para explicar lo que digo. Yo no había visto cipreses crecer en tal número como veo aquí, en Grecia.
Cipreses en campo de olivos a la bajada de Delphos

A lo que iba, la carretera es bestial, a ratos miro el paisaje y a ratos me sube la adrenalina y me lío a hacer curvas y tumbar la moto disfrutando como un auténtico enano. Vas pasando unos pueblos que me recuerdan mucho los pueblos españoles de montaña. Cuatro casas, una taberna y los pocos viejos del pueblo sentados en una mesa conversando.

Es la misma sensación de siempre, yo aquí me quiero parar y claro, me paro. Me paro en uno al azar, me siento en una taberna, en la terraza, al lado de cuatro viejos que juegan a las cartas. Allí me tomo una cerveza la mar de agusto.



En Grecia tengo la sensación contraria que en Italia, En Italia buscaba un sitio donde me apeteciera pararme, en Grecia me apetece pararme en casi todos los sitios, a sabiendas que, debido a la naturaleza del viaje, no puedo hacerlo. Me está entrando complejo de correcaminos.

Sigo camino de Corinto y sigo disfrutando de la moto y del paisaje. Este es el lado del Peloponeso que mola. Joderrrrrrr, lo que me debo estar dejando de ver en Grecia, esto es para estar un año y recorrerlo pueblo a pueblo y taberna a taberna, pedruscos aparte, que ya se sabe que soy más de taberna que de museo.

El último tramo hasta Corinto es autopista, es un coñazo, el termómetro marca 38 grados y me estoy cociendo vivo. Debo decir que mi uniforme habitual de moto a estas alturas del viaje es camiseta de manga corta, es lo que hay, instinto de supervivencia.

Los griegos, incluso en autopista, van sin casco. Por cierto, conducir aquí es una gozada, ellos conducen con medio coche por el arcén y medio por el carril, así que les adelantas sin invadir el otro carril. Van así todos, es un flipe.

Llego a Corinto literalmente cocido, paso hasta de ver la parte antigua, no puedo, me derrito, me dirijo a ver el famoso Canal de Corinto, que tengo que cruzar si o si para ir a Atenas. Este Canal es un alucine. Los pimpollos lo hicieron para unir el mar de Corinto con el Egeo y que así, los barcos no tuviesen que dar la vuelta al Peloponeso, pero los muy melones, lo hicieron pensando en los barcos de la época (sobre el 1850, creo) y solo tiene 23 meros de ancho, por lo que yo creo que ya para poco vale, solo para pasar barquitos de chichiná. Aún así impresiona, es un corte del terreno a pico y pala en vertical con el agua al fondo. Cuando estaba ahí haciendo fotos pasaron dos barquitos y la cosa mola. Ahora, pensaba yo, que tendrá que haber un semáforo o algo así, porqué dos de frente no caben ni de coña y no veo yo a uno dando marcha atrás.




Pues casi nada, ahí estábamos mi moto y yo, nada menos que en el Canal de Corinto!!!!

Voy dirección Atenas, pero paso de la autopista, así que según paso el canal tiro a la izquierda, hacia la carretera de la costa. Iba pensando yo que necesitaba reponer líquidos y que qué mejor que una de estas tabernillas griegas a pie de playa. Pues según lo pienso veo un desvío a 6 km hacia un sitio llamado Iraio Lake, pues allá que vamos.

Hago los 6 km y me encuentro en el paraíso. Un restaurante auténtico, a orillas del mar del Corinto, con una sombra espectacular y con poca gente, todos griegos, sin turistas, salvo yo, claro. En este viaje, quizás alguien se haya dado cuenta, nunca como. Normalmente cuando viajo no me gusta hacer las tres comidas, me siento pesado. Mi cuerpo es como una GS Adventure, yo lleno el tanque a tope por la noche y con esa gasolina tiro bien todo el día, siempre que reponga adecuadamente líquidos, pero de eso ya me encargo yo.





Pues bien, en este sitio me salté la norma, ahí me dije yo que caía un pescadito a la parrilla si so si. El camarero me trae la típica carta griega, que os juro por mis muertos que no se entiende un carajo. Estos griegos escriben raro, muy raro. Veo en la portada una foto de un pedazo pescado asado de llorar, se lo señalo y le digo, “eso majete, yo quiero eso”. el tío me dice que le siga, voy hasta la parilla, abre una nevera y saca un cajón con lo menos 50 pescados de todo tipo dentro para que escogiera. Creo que escogí uno que me miraba con cara de pena, como diciendo, cómeme tú, mejor que cualquier otro. Y me lo comí, y me bebí dos cervezones y estuve, con perdón, en la puta gloria, a la orilla de ese mar que tanto me ha gustado, el Corinto.


Por cierto, comiendo en la mesa de al lado había un extraterrestre. La temperatura era de 38 grados y el tipo iba con un jersey de cuello vuelto, encima un jersey gordo de lana y un gorro de lana en la cabeza. Yo no sé de que estaba hecho ese tío, pero de un material muy distinto al mío. Le saqué una foto para fliparlo en colorines.




Este es el marciano!!!

Y esta es su nave espacial

Arranqué la moto y seguí por una carretera chulísima, a ratos se internaba en las montañas para salir luego pegada literalmente a la orilla del mar. Siguiendo esa carretera y disfrutando de conducir, llegué a Atenas.





La entrada en Atenas es como la cualquier otra ciudad occidental con una diferencia importante. Según entras, ya a lo lejos, ves arriba, presidiendo la ciudad, majestuoso, el Partenón. No te engaño si te digo que ya sientes una pequeña emoción al verlo. Coño, Ateñas!!!! Y yo en moto aquí, que colgao!.

Busqué hotel en el barrio de Plaka, pegado a la Acrópolis. Hotel bueno a precio razonable. Pregunté en tres y me quedé en el tercero, los dos primeros eran más baratos pero no tenían garaje, y no iba a hacer yo esa putada a mi compañera con lo bien que me estaba tratando ella a mi.

Llegué sobre las cinco, así que me dio tiempo de pasear tranquilamente por la Acrópolis, o los pocos restos que quedan de ella, de patear hasta el agotamiento la ciudad y de ver desde abajo, el Partenón. Ya de noche vi el Partenón iluminado y me dije, estoy en Atenas, quiero cenar viendo el Partenon iluminado y así lo hice. La iluminación es espectacular, iluminan toda la colina y el efecto de noche es alucinante.











Me perdí, literalmente y tardé más de una hora en encontrar el hotel. Me fui del hotel sin nada, sin saber como se llamaba ni el nombre de la calle, por lo que no podía ni preguntar. Finalmente muy cansado lo encontré. He de decir, eso si, que en le camino, un buen samaritano, o no tan bueno, me ofrecieron ir a un lugar con, según él, “good drinks and nice girls” o era “nice drinks and good girls”?? jejeje, Rechacé la propuesta, eso si, con una sonrisa como la que ellos tienen.




Por cierto, me ha gustado Atenas, es una ciudad con vida.

Un boxer de verdad  es perfecto para desplazarse por Atenas

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