martes, 3 de agosto de 2010

Día 11 de agosto, Mostar – Pag 440 km

Me levanto pronto, pero entre pitos y flautas salgo de Mostar bastante tarde, culpa es de la ciudad, que me entretiene lo suyo. Me voy de nuevo a dar una vuelta por Mostar para verla bien de día y, al contrario que Sarajevo, de día me gusta tanto o más que de noche. Sigo flipado con la cantidad de edificios derruidos en la guerra que se conservan integrados dentro de la misma ciudad y flipado con las fachadas que conservan tres mil impactos de bala y de bombas como si fuera lo más normal del mundo. Me parece bien que eso quede ahí, a la vista de la gente, como recuerdo de lo que pasó.






Voy al centro y veo de nuevo el “viejo puente”, al que hago mil fotos, me encanta ese puente. Ha sido totalmente reconstruido, ya que en la guerra fue totalmente derribado, este es nuevo aunque por las fotos del antiguo, la reproducción es tremendamente fiel. Originalmente ese puente se hizo para unir a las dos culturas, musulmana y católica, que vivían cada una a un lado del río. La destrucción del mismo, imagino tenía mucho de símbolo del conflicto religioso que había en la época de la guerra. Me ha llamado mucho la atención que hoy en día, tanto en Sarajevo como en Mostar se aprecia una convivencia perfecta entre musulmanes y católicos. Tan pronto ves una mezquita y oyes sus cánticos, como encuentras la iglesia católica a pocos metros. De todas formas, yo he notado fuerte influencia musulmana en ambas ciudades, en sus gentes, en sus restaurantes (la mayoría turcos), y en sus cafés.











Veo la exposición de fotos que hay justo al lado del “viejo puente”. Me la recomendó Sabino, mil gracias Sabino por tus recomendaciones sobre el viaje. La exposición es impresionante, hay fotos de la ciudad en diferentes momentos de la guerra y en ellas se aprecia que fue totalmente destruida y que, el centro, ha sido reconstruido de nuevo con bastante fidelidad. Hay fotos del puente a medio destruir y destruido del todo. Con bastante jeta, saco fotos de las fotos de allí y si algún día cuelgo esto en algún sitio, pondré las fotos del antes y el después para que se vea la diferencia. 

Estas son las fotos de Mostar derruida:








Hay una foto que me llama mucho la atención, es el puente, ya con varios bombazos en su estructura y arriba del todo los saltadores en bañador saltando al río. Tremendo, incluso en aquellas circunstancias estos tíos trataban de hacer la vida normal.

Tras un café salgo a la carretera dirección Croacia, a la costa. La carretera discurre paralela al río Neretva, de agua verde esmeralda, pero limpia, al menos hasta llegar a Croacia. Llego a la frontera de Croacia y hay una cola kilométrica de coches. Aquí le echo mucha jeta y me cuelo descaradamente adelantando a todos los coches por el carril contrario. Me da bastante corte, ya que hay motos esperando pacientemente su turno, pero si no lo hago le hecho una hora allí tranquilamente. Espero no cruzar más fronteras en bastantes kilómetros.

Es mi despedida de Bosnia, país que me ha encantado, tanto por sus increíbles paisajes de montaña como por lo que transmiten sus ciudades.

Al poco de coger la carretera de la costa, la ruta va hacia el interior y pasa por unos pantanos de un verde precioso. El paisaje es realmente bonito, de los mejores del viaje.




De la carretera de la costa croata que voy a decir, es alucinante. Está continuamente salpicada de islas preciosas que parecen a tiro de piedra. Hay mil calas para bañarse con aguas de un azul cristalino, que parece diseñado por ordenador. El tráfico no es tan malo como esperaba, va muy fluido en los tramos entre poblaciones y se ralentiza hasta hacerse desesperante en las ciudades grandes. Arrastro desde Grecia una rozadura de la bota en el tobillo que me está dando el día, no le he hecho ni caso y se ha debido infectar, por lo que busco pueblo tras pueblo una farmacia donde comprar tiritas, para que no se pegue el calcetín a la herida. Por fin, tras varios pueblos la encuentro y mi primer contacto con la población Croata es jodido. La tía no hace ningún esfuerzo por entender lo que quiero y casi hasta pone cara de mala leche porque la hablo en inglés. Llega a decirme que no tiene lo que quiero y que lo siente, hasta que yo veo las tiritas y le digo que eso es lo que quiero. Bordes estos croatas y eso que yo iba con mi mejor sonrisa.

Cruzar Split se convierte en un suplicio, el tráfico es agobiante, aunque a los pocos kilómetros de pasar la ciudad, la carretera vuelve a despejarse y yo sigo flipando con la ruta y los paisajes. Hay costas con más encanto y con más sabor, pero no recuerdo yo rodar tantos kilómetros por una costa tan bonita como esta.







Llego a Zadar, según la guía una de las ciudades más bonitas de Croacia, así que ya que estamos vamos a echar un vistazo, no? Entro y veo que el centro es peatonal, por lo que aparco la moto y me voy a dar una vuelta andando. Es una ciudad chula, tiene un centro empedrado agradable y restos romanos, pero a mi me deja frío. Yo ya no sé si el problema es que llevo ya tanto visto en tan pocos días que tengo poca capacidad de sorpresa. Igual si vendo de nuevas a Zadar. Esta ciudad me parece la leche, pero no es el caso. Me tomo una agradable cerveza en una terraza y decido continuar. No me motiva como para quedarme allí a dormir y además, aún son las 6 de la tarde. Veo en el plano Michelín, que no lejos de Zadar, a unos 30 km, hay una de las islas croatas que están conectadas con el continente por carretera a travñes de un puente, así que, ¿porqué no d rme el capricho de ir allí y dormir en la isla? Son kilómetros que tengo que desandar al día siguiente pero me da igual, ¿Cuántas veces vengo a Croacia mensualmente?.






Allá que vamos, a PAG!!!!!!

La ruta de ida es bonita, para no desentonar con el paisaje de la costa Croata.. Cruzo el puente, ya estoy en la isla!! Sigo a una Golgwing, el tío la lleva muy bien, para ser el armario que es, la mueve con soltura y la chavala que ba detrás lleva una posición que parece que está en el sofá de casa con el mando del televisor, que pasada de moto para viajar, pero me quedo con mi GS, jejeje. No le adelanto, disfruto yendo detrás y viéndole manejar el paquidermo.





Tras unos cuantos kilómetros sobre la isla, llegamos a Pag, me parece un lugar chulísimo, un pueblecito con unas terrazas al borde del mar y un centro de calles estrechísimas. Aquí me quedo, lo tengo claro. Si no encuentro habitación, tiro el saco en una praderita que he localizado.










Comienza mi periplo de búsqueda de habitación, más que nada por ducharme, que falta me hacía. No veo hoteles y los carteles de alquiler de “apartamentos” son muy escasos. Pregunto en unos diez y me dicen que no tienen nada. Además, son hiper bordes. No me molan estos croatas, vale que lo tienen todo lleno, pero una sonrisa y un gesto amable no estaría de más, en lugar de eso, me hacen sentir como si estuviera molestando.

Ya estoy dispuesto a tirar el saco cuando veo una agencia. No pierdo nada por preguntar. Pregunto y, efectivamente, solo le queda una habitación, pero hay un problema, es para 4 personas y la tendría que pagar yo solo. Le pregunto cuanto y me dice que 50 euros, “venga va tía, hoy me pillas sin ganas de regatear, 50 cómo estos?” Me la quedo, llama al paisano para que vega a buscarme.

A los 5 minutos viene un tío de unos 60 años con cara de boxer enfadado, entre gruñidos me dice que le siga y yo, super obediente, agacho la cabeza y voy tras él sin rechistar. Tras un callejeo aparecemos en una casa grande, bajamos a su jardín y veo una terraza enorme llena de gente. Me dice que le siga y aparecemos en su cocina. Ahí está su señora, que me recibe con una sonrisa enorme y casi le falta abrazarme. Se presenta y me presenta a toda su familia, incluido al boxer. No contenta con eso, salimos al jardín y me presenta al resto de huéspedes que tiene, la mayoría italianos. A todos les dice que yo soy italiano y yo, venga a negarlo “que no, que yo no soy italiano, yo soy CAMPEÓN DEL MUNDO” !!

Ella se descojona y me da codazos, creo que no entiende ni papa…pero me ha caído bien, la primera croata que me cae bien.

Me enseña la habitación, de la primera guerra mundial, pero está limpia y las vistas son increíbles. He estado en sitios mejores, pero también en sitios mucho peores, me quedo (eso lo tenía claro yo desde hace mucho…)





Lo de siempre, ducha y a correr. Veo en el plano, que en la isla hay un pueblo en la punta, Novalja y, pienso, que al estar en el extremo puede ser muy bonito, ¿por qué no ir a cenar allí? Allí que voy, pero….fallé. No sé como vi el plano que pensé que había unos 5 kilómetros y en lugar de 5 eran unos 30, casi nada con lo que llevaba ya en el cuerpo. Pues ya que estamos, vamos, ¿no soy motero? Pues más kilómetros, eso si, estos en bermudas y casi chanclas. El problema es que cuando, tras un rato largo, llego, veo que ese es el Benidorm de las islas croatas, horroroso. Atascazo para entrar, gente en la calle como si de una manada se tratase y, al llegar, parking de pago. Vale, ahí yo no me tomo ni una cerveza, no es lo que busco.

Sin bajarme de la moto, giré y los mismos 30 km que me hice de ida me los volví a hacer de vuelta hasta Pag. Cuando llegué a Pag vi que el agradable pueblecito en el que yo me había quedado, se había transformado, era un Novalja a escala, en pequeño. Me tomé una cerveza en una terraza y la visión era como cuando dan las campanadas en la Puerta del Sol, no me explicaba como podía haber tanta gente en un espacio tan pequeño. Ahí llegué a la determinación de que el viaje se había acabado, no estaba yo dispuesto a compartir mi viaje con multitud de turistas en chanclas y camisetas de tirantes. Y mira que es bonita esta costa croata, pero yo soy incapaz de disfrutarla con tanta gente. Quizás para un octubre, o un abril…

Aún así fui capaz de encontrar una agradable terraza arbolada para cenar. Y las dos ragazze (me dijeron que era sin “s”) que había en la mesa de al lado se empeñaron en que no debía cenar solo, a lo cual no puse yo ninguna objeción. No eran búlgaras ni bosnias, pero eran muy simpáticas y pasé una de las mejores cenas del viaje. Pero claro, el vino croata…..y luego una birra y otra y otra, perdí la cuenta y la noción del tiempo.



Esta mañana el resacón era de campeonato, pero las vistas de la habitación tan bonitas que me han ayudado a pasar el trago.



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