domingo, 8 de agosto de 2010

Día 6 de agosto Tesalónica- ESTAMBUL !!! 660 km

Una cosa que me ha resultado curiosa es lo de la policía, aquí comparten moto, van dos en cada moto. Llevan unas estupendas VStrom 650 y uno de los dos va de paquete. A los que somos moteros eso seguro que nos llama la atención. Me imagino yo, poli, que me toca patrullar la ciudad de paquete con alguno/a que yo me sé. No hay plus de peligrosidad que pague eso. Abnegada policía griega!

Y una última llamada sobre el asfalto en Grecia en general. Es muy deslizante. El problema es que es un asfalto muy viejo, desgastado, no suele levantarse o tener grandes agujeros, pero hay zonas que parecen totalmente pulidas, como un espejo, sobre todo en las ciudades. Cuidado con este punto al motear por Grecia. A mí ayer se me fue de atrás en dos curvas seguidas pasado Maratón, en una subida de un puertecito. Pensé que había pinchado, comprobé la presión en el ordenador y estaba correcta. Era simplemente que se iba al dar gas por el desgaste del asfalto. No quiero imaginarlo mojado.

El día de hoy desde el punto de vista motero ha sido un coñazo, autopista a saco, sin gran cosa que contar. Me levanto a las 8, desayuno y voy a por la moto al parking. El recepcionista del hotel, el mismo que estaba ayer, es un tío super salao. Me ganó por simpático. Me pregunta por mi viaje, comentamos un poco la jugada y me advierte que me arme de paciencia en la frontera con Turquía, que voy a echar un rato largo.

Arranco y salgo. Veo que Tesalónica es mucho más que el barrio pijo en el que yo he estado, es enorme, quizás no todo tan chic, pero limpia, moderna y ordenada. Esta es mi despedida de Grecia y aunque me hace mucha ilusión llegar a Estambul, tengo cierta pena por tener que dejar este país, que tan bien me ha tratado y en el que tan a gusto me he sentido.
Ayer Julio me dijo una frase que decía algo así como “corre, que la vida se disfruta más en movimiento” No sé si era exactamente así, perdona Julio, pero me gustó. Muy aplicable a este viaje. Tengo la sensación de que me dejo muchas cosas por disfrutar en Grecia, la sensación de haberme querido detener más en mucho sitios y haber dejado correr el tiempo, disfrutando de la paz, los paisajes y las gentes con más calma. Esa sensación no la tuve en Italia.
Pero por otra parte, también creo que quedarme con esa sensación es bueno, al menos para mí y forma de disfrutar de las cosas. Nunca he valido para estar parado, nunca he disfrutado las vacaciones estáticas, tirado en un hotelazo en la playa, me aburro soberanamente. Necesito movimiento y continuo cambio, sorpresa y descubrimiento.
Al final, me llevo una sensación muy positiva de Grecia quizás por la misma manera de concebir el viaje. Si me hubiese detenido mucho más igual me hubiese llegado a cansar de los sitios y hasta de las gentes (no creo, pero me tengo que consolar…).
El camino de autopista no tiene mucho que contar, a ratos tienes paisajes chulos y a ratos no. Por fin, tras unos 350 km, llego a la frontera con Turquía. Me sorprendo gratamente. Esperaba una frontera cochambrosa y caótica, más propia de países árabes, pero me encuentro una frontera ordenada, moderna, informatizada y rápida. Podría haber salido de allí en 10 minutos, tras pasar por las tres ventanillas de rigor y comprar el visado. Yo tardé algo más por listillo, como siempre, me salté una ventana y tuve que volver, lo que me hizo tardar 15 en lugar de 10 minutos.




Para entrar en Turquía no había ningún problema, éramos cuatro gatos, pero para entrar en Grecia había una cola de coches acojonante. Kilómetros de coches parados a pleno sol. Esa gente iba a echar ahí el día entero. Imagino que debe ser siempre así, porque se había montado toda una red venta de comida y bebida ambulante en la larga cola de coches,….tremendo! Y conste que creo que la frontera que ralentizaba los trámites era la griega, no la parte turca.

Nada más cruzar la frontera ya me doy cuenta de que la cosa ha cambiado, estoy en Asia, aunque esa parte de terreno todavía sea geográficamente Europa. La carretera cambia de color y se vuelve desgastada, hay polvo (curioso como puede cambiar el paisaje en unos metros) y sobre todo el tráfico, aquí si que ya vale todo. Viene un tío de frente a toda pastilla por el carril de al lado. Me digo “hostia tú, si ya no es autopista, cuidado!“, pero no, veo por las señales que si lo es, simplemente se ha metido ahí para no esperar la larga cola de coches que quieren pasar la frontera en sentido Grecia, flipante. Luego te das cuenta de que el arcén está para circular, pero en el sentido que sea. Veo motocicletas y hasta un coche circular por mi arcén en sentido contrario al mío. Total, que viendo el percal, decido poner la máxima atención para tratar de evitar disgustos.

Empiezo a ver los primeros minaretes y las primeras mezquitas en cada pueblo que bordea la autopista. Me resultan curiosas las cúpulas de los minaretes, son plateadas, el efecto es como si las hubieran forrado con papel albal.



Cuando la autopista va por la costa el paisaje es chulo y cuando no, es feo. Me doy cuenta de que no he preparado nada la llegada a Turquía, no tengo moneda local, no se si admiten euros y además no tengo ni zorra de dónde ir cuando llegue a Estambul. He estado tan absorto en Grecia que no he mirado ni la guía de Estambul.

Paro a tomar algo, pregunto si admiten euros y me dicen que si, pido una cerveza y …..no tienen, agüita, que es muy sano. Aprovecho para echar una ojeada a la guía de Estambul y saco la conclusión rápida de que debo buscar hotel por la zona de Sultanahmet, cerca de la célebre Santa Sofía.

Sigo, a 100 km de Estambul empiezo a ver playitas chulas y veo que se puede acceder desde la autopista, así que decido parar a darme un baño, aún no me había bañado en el Egeo, aunque este ya es el mar de Mármara. Me despeloto, me pongo un bañador para no tener líos si viene alguien y al agua. El agua no es tan cristalina como en la parte griega, ni la playa tan bonita, pero el baño me sabe a gloria, El agua está caliente, no hay choque térmico al entrar. Me seco, me visto y continuo. Hay documentación gráfica del baño, pero quedará censurada.



A unos 90 km de Estambul veo una moto con maletones, “otro motero”, me digo. Me hace ilusión ver gente viajar en moto, he visto poquísimos en el viaje y hasta ese momento ningún español. Cuando le pillo veo la matrícula y me entra un subidón, “coño, son españoles”. Una pareja en una Varadero. Les adelanto, les señalo la bandera de mi top case y se ponen a hacer aspavientos. Justo en ese momento se desviaba la carretera a Estambul, me eché a un lado con intención de pararme y charlar con ellos, pero me adelantaron y siguieron sin parar, lástima. Charlar con otro motero español tan lejos de casa me hubiese hecho ilusión.

Voy llegando a Estambul y empieza mi caos particular, no tengo ni zorra idea de por donde tirar y a donde ir. Así como al entrar en Atenas ves el Partenón a lo lejos y solo tienes que ir en esa dirección, en Estambul entras por una especia de M-50 de la que solo ves carteles con nombres que no has leído u oído en tu vida. Cuando dejo de ver carteles de Istambul me preocupo, seguro que me he pasado y claro, así es.

Cojo un desvío cualquiera y salgo de la autopista pero el despiste es total, no sé donde estoy ni a dónde tengo que ir. Me paro, miro el plano de la guía y ni idea, ese plano es solo del centro y debo estar en la Parla de Estambul.

A estos jodíos turcos no les han debido enseñar que en las ciudades civilizadas existe un signo con circulitos para señalar el centro de la ciudad. Decido preguntar por el barrio al que quiero ir, Sultanahmet, pero mi pronunciación no debe ser muy turca y no me entienden. Total, que tengo que llevar el plano y señalar, lo jodido es que no tengo donde llevarlo en la moto, así que por primera vez en el viaje voy a sacar utilidad a ese par de cataplines, que me sirven para sujetar el plano entre ellos y el depósito.

Cada vez que pregunto acabo rodeado por 5 turcos hablándome como si les entendiera algo y realmente yo lo único que quiero es que me marquen la dirección con la mano. Después de preguntar unas 15 veces y dar muchas vueltas veo el primer cartel que pone “SULTANAMHET”, diosssssssss, que alegría, pallaquevoyyyyy!!!!!

Para más INRI, debe ser hora punta y el tráfico es infernal, voy con las maletas entre los coches como puedo, con miedo de darle un maletazo a uno y que salga el pollo con una daga y me corte una oreja en castigo. Estoy muy agobiado y muy fuera de juego en Estambul.

Así, después de un rato, por fin llego a la ansiada Santa Sofía!!!! Que alegría!!!


Santa Sofía




Esa foto con la moto en Santa Sofía era la más esperada del viaje, aunque me la hice en la Mezquita Azul, que estaba más despejada. Por cierto, le digo a un pollo, turco, que iba con su mujer, que me saque una foto, me la hace y me pide que yo, en correspondencia, se la saque a él. Cuando se la voy a sacar le digo a la mujer que se ponga y el pollo muy enfadado me dice que no, que a él solo. Allí hincha pecho el tío, pone pose marcial y le saco la foto, pero el detalle de la mujer me dejó a cuadros. Y luego, nuestras princesas nos llaman machistas.

Encuentro hotel justo al lado de Santa Sofía, barato y agradable, cama grande y baño nuevo y limpio. No tiene garaje, pero me asegura el del hotel que deje la moto enfrente del hotel que no pasa nada, que ellos están ahí las 24 h. Confío en él y ahí la dejo.

Por cierto, la policía aquí también van por parejas en moto, pero los tíos chulos llevan dos tipos de moto, Varaderos y BWM GS 1200, casi nada. La policía turca con motos de 17.000 euros, hay cosas alucinantes y que no tienen explicación.

Me ducho y a la calle, a patear. Vi la Mezquita Azul y me dediqué a patear todo Sultanahmet. Estaba agobiado, no me encontraba nada cómodo, muy fuera de lugar. Había hordas de turistas por todos lados, mogollón de españoles y yo sentía que no quería estar allí. Por primera vez en todo el viaje eché de menos compañía. Cené el típico Kebab, me tomé unas cervezas y salí huyendo a la habitación, incómodo en Estambul. En la habitación caí inconsciente nada más echarme en la cama.










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