sábado, 7 de agosto de 2010

Día 7 de Agosto Estambul, unos 25 km por dentro de la ciudad

Me levanto un poco agobiado por la sensación rara de ayer. Pienso que si no me encuentro, veo lo más importante y a medio día cojo carretera y me largo dirección Bulgaria, pero voy a darle antes una oportunidad a Estambul.

Voy directo a ver Santa Sofía y cuando estoy en la cola siento que alguien me agarra el hombro y me llama “Jaime”. Me doy la vuelta y Angel!!!!!! No me jodas, me encuentro con Angel, amiguete del MTM, que alegría! Va con María, su chica, van a dar una vuelta por la Capadocia y pasan antes un par de días en Estambul. Que casualidad!!!!!

Charlamos y entramos juntos a ver Santa Sofía y el palacio Topaki. A mí en general me han dejado frío, sobre todo el último, que vemos entre miles de personas. Es acojonante la cantidad de gente que había ahí dentro. Santa Sofía y la Mezquita Azul son muy bonitas, pero entiendo que el interés que tienen, es más por la mezcla de culturas que están ahí representadas, que por su empaque arquitectónico. Había oído hablar tanto de ellas que me dejaron frío. Me parecen más interesantes, por ejemplo, nuestra mezquita de Córdoba o la Alambra de Granada.












Luego nos vamos a tomar un par de cervezas en una terraza. La verdad que da gusto, después de una semana solo, charlar y cervecear con alguien. Además tanto Angel como María son un encanto.

Decidimos ir al Gran Bazar a dar una vuelta. Es, como su nombre indica, un bazar enorme, un entramado de callejuelas (dicen que hay 66 calles) con unos 4.000 comercios. Me resulta chocante que está totalmente cerrado, no es un mercadillo abierto, es un complejo totalmente cerrado y techado. La sensación al rato, es que te falta el oxígeno. Ahí Angel se mareó y tuvo que ir a buscar una salida para respirar. Decidimos separarnos y quedar para cenar.

La principal característica del Gran Bazar es su colorido, la mezcla de colores y artículos que hay allí. Se vende de todo, pero muy ordenadamente. Los comercios están muy delimitados y los vendedores no son tan agresivos como en la Medina de Marrakech, por ejemplo. Al rato de pasear, yo también siento que necesito oxígeno y busco la salida.









Y ahí viene lo bueno. Si vas a un sitio, tienes que imbuirte totalmente en su cultura, así que, aunque yo soy, o era, totalmente reacio a los masajes, decido darme un baño turco y ya que estamos, completito, con masaje de aceite y todo. Si, que pasa???.

Llegas, te pones una fina toallita en la cintura y pasas a una sala llena de tíos con toallita. Rápidamente identifico que los que llevamos la toalla roja somos clientes y los de la toalla azul, que también están en bolas, son los turcos que te dan el masaje. Acojonadito estaba yo. Soy de esos Cromagnones a los que no les gusta que les toque un tío

Ahí que veo venir a mi turquito, una especie de bestia con un barrigón del copón y unas manos como paelleras. Viene con su toallita enrollada y con cara de decirme “te vas a enterar, te voy a dejar el ojal, como un bebedero de patos”

Se pone el tío el guante de crin y me empieza a frotar como cuando nuestras abuelas lavaban la ropa en el pilón. Menudas manos tenía el tío, se apoyaba en mi espalda y me rompía, oía los crujidos. Luego coge y con una toalla te embadurna de jabón, y a continuación agua que te viene y agua que te va. Al rato me empiezo a relajar y pienso, “va, no hay peligro, este es manso”. Y justo en ese momento me dice que pase a la sala de masaje. Entro y veo al de la peli, “La Pasión Turca”, lo juro, era él o su hermano o primo cercano. Un turco joven, moreno, engominao y con cara de “lo bueno empieza ahora, chaval”. Ya me entra el tembleque. Ahí si que pienso que de esa no salgo mocito, pierdo mi virtud. Me dice que me quite esa toalla mojada y me ponga otra. Obedezco, manso total, me tumbo boca abajo y me encomiendo a todos mis antepasados. Pues oye, el tío me dejó nuevo. A ratos me hizo daño (en la espalda, eh!!!!), pero me quedé en la gloria.

Recomendable eso del baño turco, es una experiencia.

Luego decido que voy a coger la moto y conocer Estambul, que en moto me cundirá más. Me sorprende el tráfico en Estambul, es bastante ordenando y la gente conduce bien. Yo en la moto me sentía respetado, cosa que no me pasaba en Italia. Cruzo el puente del Bósforo, por aquello de pasar a Asia y callejeo de un lado al otro. Veo el barrio del Betsikas, su estadio y me cuesta imaginarme a GUTI viviendo y jugando ahí. Eso que a zona no es mala, tiene una zonita de calles y tiendas pijas.





De pronto veo lo que busco, un mercado. Me encantan los mercados árabes. Entro y es alucinante, el colorido es bestial. La forma que tienen de exponer el género, montañas de frutas, hortalizas, verduras, legumbres, especias, aceitunas. Separadas por puestos en los que se mezclan los colores provocándote unas ganas enormes de comprar tomates, guindillas, berenjenas, coles, frambuesas, nueces, aceitunas de mil variedades, lechugas, tubérculos de todo tipo, higos, zanahorias, pimientos rojos, verdes, amarillos, berros, uvas en montañas, moradas y verdes, moras, albaricoques, ciruelas y un sin fin de variedades que no era capaz de identificar. Es un auténtico placer para los sentidos. Tengo fotos y de verdad que es algo digno de admirar.










Me quedaba con ganas yo de ir a la zona del mercado de pescado. La había visto al entrar en Estambul, así que como tengo la moto es fácil, voy y la busco. El que busca encuentra. Es una zona de puestos de pescado con una tremenda variedad. Los precios me parecieron tirados. Está, lógicamente, al lado del mar, no lejos de Sultanahmet. Es ideal para cenar pescado fresco lejos de los sitios turísticos. Junto a los puestos hay unas parrillas donde te van haciendo pescadito. También si lo prefieres, hay restaurantes para sentarte ya en pan más serio. Yo, aunque había quedado para cenar con Angel y María y eran las 5 de la tarde, no me pude resistir y me apreté entre pecho y espalda un bocata de caballa que se me saltaban los lagrimones!!




La única pega es que en esa zona la cerveza ni en pintura y, el bocata con agua, no es lo mismo que con una buena cerveza. Está demostrado que la felicidad completa no existe.

De allí me voy al Bazar Arasta, me doy un garbeíto y al hotel a darme una ducha para cenar. Después de todo Estambul tenía su gracia.


Que majetes Angel y María, me invitan a cenar en un restaurante turco de un amigo suyo. Cenamos de escándalo, yo me tomé una mousaka turka deliciosa. Y claro, luego lo de siempre, una cerveza y otra y ….vamos, que llegué muy tarde al hotel, pero muy contento!.

Por alguna misteriosa razón se han perdido las fotos que nos hicimos los tres.
Suerte a estos dos en su viaje por la Capadocia!!.

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